el relevo de los buques por otros nuevos de construcción
extremadamente sólida con maderamen curado y preparado.
Las escuadras de los otros reinos, al contrario, tenían
que improvisarse a marchas forzadas y en gran número.
Otro elemento que sufre una modificación funcional
en las galeras de Malta es el espolón que originariamente,
en las naves mediterráneas primitivas de fenicios,
griegos, etruscos, cartagineses y romanos, tenía la
misión de hacer un agujero en el buco o casco enemigo
y echarlo a fondo, en el siglo XVI ha perdido esa función,
ya que se procura conservar intacta la presa y decidir el
combate al abordaje. Las galeras renacentistas siguen teniendo
un espolón cuyo objeto es el de servir de puente para
el abordaje desde la estructura proel o tamboreta; para esto
no precisaban ser muy fuertes, ni estar reforzados con elementos
metálicos.
Las galeras melitenses optan por una solución
intermedia, el espolón sigue sin servir para hundir,
pero como es más firme y realzado puede destruir la
empavesada tras la que se parapetan los arcabuceros, arqueros
y ballesteros turcos, y romper fácilmente la palamenta
de todo un costado, dejando al buque enemigo manco, pero indemne
y a su merced.
La escuadrilla melitense era permanente,
mientras que las demás sólo entre mayo y septiembre
podían actuar, ya que durante la invernada podían
realizar las pequeñas razias que la privilegiada posición
de su base permitía.
Aunque muchas de estas naves fueron construidas
en Francia e Italia, lo fueron sin atender al coste ni a la
urgencia, y las construidas en los astilleros y atarazanas
de Birgu, que a partir de 1690 cuenta con tres diques de madera,
tuvieron experimentados constructores que aunque no utilizaban
planos preestablecidos y seguían métodos secretos,
gremiales y tradicionales, eran herederos de una larga experiencia
anterior a la llegada de los Caballeros y habían conjuntado
sus habilidades con las de los ingenieros rodios emigrados.
Nada más llegar a Malta, los sanjuanistas pueden botar
ya una galera en 1535.
De la robustez del resultado es consecuencia
una frase popular del refranero español referida a
una gran marejada: "tormenta que sólo las galeras
de Malta pueden afrontar".
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Los mástiles eran especialmente
reforzados y mayores que los normales, pudiendo decirse que
una galera sencilla melitense podía compararse con
una capitana o real de otra nación.
A estas características había
que añadir su hermosísima presencia. Todas las
naves tenían popas en madera labrada y se pintaban
las estructuras y las velas ya que no temían hacerse
notar ni deseaban camuflarse por punto de honor y de prestigio,
engalanándose con estandartes y gallardetes para el
combate.
La superioridad de las galeras melitenses
obligaba a sus ocupantes a presentar combate frente a tres
y aun cuatro buques enemigos del mismo tipo, juzgándose
la retirada en estos casos como cobardía. Un excelente
apoyo logístico permitía disponer siempre de
pertrechos, tanto para las galeras propias, como para marinar
las presas, estando siempre la escuadra en perfecto estado
de limpieza de fondos, "despalme" o carena, que
se efectuaba sistemáticamente.
Los parientes menores de la galera se emplearan
con profusión:
La galeota era una galera pequeña
de 16 a 20 remos por banda, con un solo hombre en cada remo,
sin arrumbada a proa, y mucho más ligeramente armada.
Se utilizaba como aviso, y para corso con ventaja. Su escaso
calado permitía su uso en lugares de bajos fondos.
La fusta tenía dos remos por banco
y tres palos de velas latinas; era abierta, es decir, no tenía
cubierta, ni por lo tanto, bodega. Montaba solamente una pieza
artillera y era empleada en corso menor e incursiones, siendo
más rápida y maniobrara que la galeota.
El bergantín era mucho menor y poco
segura con mal tiempo, peor armado, pero mucho más
rápido. Su propia dotación de hombres libres
atendía a los remos. Era el buque de vigilancia por
excelencia, muy utilizado como guardacostas en las marinas
maltesas. La fragata, a diferencia del anterior, disponía
de remos movidos por un solo hombre en lugar de tres.
Junto a estos tipos hay que citar al jabeque,
heredero también de la galera, que hace su aparición
en el siglo XVIII. Eran de tamaño intermedio, pero
contaba con tres palos, no disponían más que
de remos auxiliares, y estaba muy bien artillado por sus bandas.
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