en todos los campos del saber humano. Muchos de sus pasajes sobre el Corpus Christi mysticus se prestaron a interpretaciones teístas, panteístas y ontologistas. La igualdad entre naturaleza divina y humana, el hecho de que la existencia de las criaturas dependa exclusivamente de Dios y, por tal, deseen la vuelta al origen de lo creado, constituían problemas de difícil solución para la tradicional explicación de la creación del mundo. De aquí que su filosofía se aparte en este punto de la ideología del futuro Renacimiento donde el teocentrismo dará en cierto modo paso al antropocentrismo12. Sin embargo la exaltación del alma y de sus capacidades cognitivas _ más allá del orden racional _ resultarán elementos válidos para el erasmismo y para las corrientes místicas o mistificantes del Renacimiento español y europeo. El platonismo de Eckart, que proclama la existencia de ideas superiores al mundo y procedentes del Verbo, lo acercan también al neoplatonismo italiano y alemán.

   Estos factores culturales unidos a los del aislamiento político durante los últimos años de la Edad Media retrasaron la explosión del Renacimiento en España, pero no impidieron que ya durante los dos decenios imperiales aquí considerados estallase en toda su magnificencia13.

  Al finalizar el siglo XV las cortes renacentistas de Mantua, Milán, Florencia resplandecen como la del Papa en Roma y como la de la ciudad de la cuna imperial, Gante, centro urbano en puja permanente por su comercio y por sus tesoros artísticos. "Estamos en el corazón de la sociedad más refinada de la Europa nórdica, que está viviendo aún los últimos años del siglo XV [...] Eran tiempos nuevos, una época distinta [...] Muchos leían ya _gran maravilla- los libros impresos, gracias al invento de Gutenberg [...] Otros signos hablaban de mutaciones profundas"14.

   Los libros de caballería aumentaban la imaginación y los deseos de nuevas fronteras y descubrimientos. Se empezaba a creer más en la astrología que en la astronomía, en la alquimia

más que en la química. La confianza en la iglesia de Alejandro VI disminuía. Muchos defendían al fraile Savonarola por haber denunciado los pecados de Roma. En las artes destacaba Signorelli y se anunciaba el genio insuperable de Leonardo da Vinci. Los sueños de Colón se habían convertido en realidad. Un mundo inmenso se abría a las ambiciones políticas y a las intenciones religiosas.

  En esas circunstancias vivía Europa cuando en 1500 nacía el futuro emperador. Formación flamenca, con algún profesor español, ya en 1517 el encuentro con Castilla y con los demás reinos de la península, para pasar después a ocuparse de la elección imperial en el corazón de Europa.

  Pues bien, esa Europa de don Carlos que empieza a formarse en 1517 y termina alrededor de 1537, a pesar del luteranismo, de los choques dogmáticos y de los peligros exteriores, concedió a la cultura y al pensamiento una libertad de expresión superior a la que conocería el continente durante todo el resto del siglo XVI y XVII. Tomaremos como ejemplo a España por descubrirse en aquellos inicios de XVI, quizás, la fuerza motriz más importante del Imperio.

La reforma ideológica y religiosa: Cisneros

  Para esa fecha la reforma del clero regular y secular tomaba pie gracias a la actuación del cardenal Cisneros. La actuación del cardenal determinó en buena parte los preparativos de esa España a caballo entre el siglo XV y XVI, capaz de crear los fundamentos de la Reforma y de la Contrarreforma en campo religioso-político, y del Humanismo y del Renacimiento en el cultural. Son hechos sabidos pero imprescindibles para comprender, al menos en parte, el milagro español del siglo XVI. Hay acontecimientos en la historia casi imposibles de encasillar o de esclarecer, en parte por la dificultad de la trasversalidad de las concausas y en parte, quizás, también por la acción providencial que actúa, para no alterar


[12] Como ha escrito Alfonso Castaño:"Las criaturas tienen su existencia en Dios: de ahí que las criaturas, en cuanto criaturas, no sean nada. Amar a las criaturas en cuanto tales, es amar a la nada; suspirar por los bienes creados es anhelar una sombra falaz del ser. Las criaturas reciben su actualidad de Dios y por eso puede decirse que toda criatura siente una insaciable sed de retorno a Dios, a la unidad ideal de su ser, del que todas proceden. Tal retorno se hace posible mediante la actividad cognoscitiva del alma humana, que es la más notable entre todas las criaturas" (Introducción a Eckhart, Ob. cit., pp.13-14). A la reacción de Roma no le faltó dureza pues el papa Juan XXII publicó una bula el 27-3-1329 donde entre otras condenas emerge la siguiente: En verdad, con dolor hemos de hacer constar que en este tiempo un habitante del país alemán, llamado Eckardus, que se dice Doctor en las Sagradas Escrituras y profesor de la Orden de Predicadores, quiso entender más de lo que fuera necesario y con inmodestia y sin someterse al módulo de la Fe, apartó su oído de la verdad, entregándose a la ficción [...] esparciendo afanosamente por los campos de la Iglesia espinas y malas hierbas, ha expuesto numerosas doctrinas que en muchos corazones han envuelto en tinieblas la verdadera Fe. Las proposiciones condenadas fueron 26. Entresacamos las siguientes: 4ª) En todas las obras, incluso en las malas, en el castigo de la pena tanto como en el castigo de la culpa, se revela y resplandece igualmente la magnificiencia de Dios; 6ª) Asimismo: Incluso quien ofende a Dios, lo alaba; 8ª) En los hombres que no aspiran a nada, ni al honor ni al provecho, ni a la interna abnegación, ni a la santidad, ni a la recompensa, ni al cielo, en los hombres que han renunciado a todo esto, incluso a lo que es Suyo, en tales hombres es Dios honrado (ver: El libro del consuelo divino, ob. cit., pp. 83-86). No resulta difícil deducir que tales argumentos creasen por un lado desconcierto en la tradición escolástica e inmantaran el ambiente de ataques y polémicas, en Europa y en España. Aquí, entre otros, el gallego Gonzalo de Balboa, profesor en París y favorable al escotismo polemizó con Eckhart (ver: G. Fraile, Historia de la filosofía española, ob. cit., p.176). No sólo polémica despertó El libro del consuelo divino. Ayudó a preparar el ambiente, teológico, filosófico y religioso que llegaría a su máxima expresión con Erasmo primero, y después con los grandes místicos españoles, en especial San Juan de la Cruz. No cabe duda que tal ambiente abría los caminos del conocimiento a modos no racionales, capaces de descubrir otras funciones del aprendizaje y de la sabiduría humana. Entre otras cosas porque el abandono del intelecto agente y paciente de la tradición aristotélico-tomista no quería decir solamente conocimiento por donación divina o total pasividad, camino favorable para mistificaciones, alumbramientos, y otras heterodoxias. El progreso en la verdad conlleva humildad, pero también libertad, y esta última, de aquí su grandeza, lleva aparejada la posibilidad intrínseca del riesgo y de la desviación, aun cuando es acompañada por la resporsabilidad. Sin embargo no debemos olvidar la constancia de los místicos en explicarnos las vías pasivas, sin que por ello el sujeto se deje arrastrar por los delirios de la imaginación o por la tentación de la inacción y por la creencia en la predestinación. Por paradoja _ y la paradoja resulta constante del ser y del quehacer humano _ la pasividad significa el conocimiento místico, acción de concentración, voluntad de escucha, memoria como actividad recuperadora del recuerdo, y éste vehículo de ilaciones futuras a partir de las pasadas. Difícil sería comprender algunos pasajes de los 4 Evangelios, especialmente el de San Juan, o algunos escritos de San Pablo sin la concepción de una pasividad "activa" del alma, fruto de una trabajo de preparación meticuloso y constante, para alcanzar un tipo de conocimiento más elevado del racional. La presencia de la luminosidad del Verbo se consigue con la ausencia progresiva de la razón y voluntad humana, a veces prepotente, otras engañosa.
[13] Como escribe Chaunu, "el período 1507-1525 fue el de la España en el centro, la España bruscamente puesta en contacto, a nivel de sus élites, con las corrientes de pensamiento del resto de la cristiandad, al margen de las cuales había vivido en parte". Sin embargo, "España preparaba su aportación a otra manera de entender la reforma. Engendraba lentamente, y con dolor, la experiencia mística que iluminaba todo el encadenamiento religioso de Europa en el apogeo de 1560-1570 al finalizar el siglo XVI, preparaba a la vez una buena parte de la civilización de la Contrarreforma y del Barroco" (ob. cit., pp. 156-157).
[14] Manuel Fernádez Álvarez, Carlos V. Un hombre para Europa. Madrid, Espasa-Calpe, 2000, p.20..

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