contaba con una gran sala de armas capaz para 500 personas, hornos de pan y capilla, y estaba armada con 50 piezas, algunas de gran calibre.
En el ataque a Caron, ciudad de Morea, en 1532, la carraca de Malta con su fuerte artillería batió los muros de la ciudad, mientras las galeras desembarcaban las tropas de asalto, cumpliendo el mismo cometido frente a los muros de La Goleta tunecina dos años después.
   Cuando en 1540, se piensa en adquirir otro barco grande de relevo y pueda compaginar, como viene siendo ya habitual, las mejores condiciones, dos caballeros españoles, Francisco Gijón y Fernando de Aoiz, son comisionados a Vizcaya para adquirir otra nave en esos reconocidos astilleros, de entre 2.300 y 2.500 salmas, es decir, unas 500 toneladas, con dos cubiertas, gran solidez y armada con 12 piezas de artillería de bronce, entre ellas cuatro cañones, cuatro medios cañones, 2 medias culebrinas y dos sacres, que será terminada en 1543, teniendo sin embargo que ser reemplazada en 1548 ya que su gran calado le impide entrar en el puerto de Trípoli, confiado a los sanjuanistas para su defensa, por dos galeoncetes de unas 300 toneladas.
   En esta etapa, la Religión también cuenta, y en ellas estriba el éxito de su corso, con rápidas galeras y galeotas en las que no basa sin embargo aún, su poderío naval.
  Tras la pérdida de Trípoli, Malta no precisará más grandes naves de transporte armadas ya que su abastecimiento, el trigo siciliano, y sus vías de comunicación con Nápoles y occidente son inmediatas, pudiéndose paliar esta necesidad con pequeños barcos de comercio, dedicándose el principal esfuerzo a la construcción de una flota de guerra de singulares características, en la que prime la posibilidad de actuar con independencia del viento y que pueda ser usada sin riesgo con proximidad al litoral, la escuadra de galeras, tipo que la Religión elevará hasta sus mayores posibilidades a lo largo de los siglos XVI y XVII, manteniéndolo hasta finales del XVIII.
  Durante la primera etapa en Malta se empleó también la nave o nao, que en realidad era un mercante armado sin más especialización que la de abrirle algunas portas en el casco. Se utilizaba como transporte de tropas y abastos en las campañas conjuntas de la flota melitense.

Se impulsaba únicamente por velas y era un eficaz auxiliar de las galeras, pero, al depender del viento, no siempre podía actuar.
Recordemos que en Lepanto las naves auxiliares no pudieron tomar parte en la batalla por esta circunstancia.


Las galeras de la Religión

De todos los tipos de buques de guerra usados por los sanjuanistas es sin duda la galera el más conocido y el más emblemático por dos razones, en primer lugar porque su uso es continuo durante toda su historia como orden soberana, desde el momento, difícil de determinar pero en todo caso muy próximo al de su asentamiento en Rodas, hasta que en 1798 Napoleón tras la conquista sin oposición de Malta, se lleva consigo la última de las galeras cargada con buena parte del riquísimo botín obtenido, para ser hundida poco después en Abukir por Nelson.
No es este el momento de definir una galera con todos sus complejos pormenores, mando integrado o independiente, su dotación ni su empleo táctico, sino, de acuerdo con el titulo de la ponencia, el de señalar las peculiaridades introducidas en este tipo por los Caballeros que sean lo suficientemente significativas como para considerarlas originales y aportadoras. Los archivos de la National Library de La Valetta y otras colecciones más dispersas ofrecen un campo a la investigación que está muy lejos de considerarse agotado.
Señalaremos algunos aspectos.
Aunque el tipo fundamental es uno que solo varía en pequeños pero notables detalles a lo largo del tiempo. En un primer momento, la galera de los Hospitalarios no parece diferenciarse de sus homónimas de las restantes potencias marítimas, incluidas las musulmanas; en cualquier caso se carece de documentación para afirmar otra cosa.
Es a partir del siglo XVI cuando estas naves de guerra de la Religión empiezan a tener rasgos propios que acabarán por identificar a sus tripulantes por parte de sus enemigos berberiscos o turcos como los temibles "diablos rojos" y no sólo por el simple hecho de portar sus capitanas el estandarte de la cruz de estado blanca sobre fondo

 
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