desde la cofa y la galleta se podían lanzar sustancias
incendiarias a las velas enemigas, e incluso hacer fuego de
arcabucería.
Las defensas de las galeras, las empavesadas
o parapetos, y los lugares especialmente fortificados como
las arrumbadas a proa, el bastión del esquife y la
carroza de popa, por su parte, suponían una ventaja
de la que carecían las naves musulmanas.
Las propias características de supervivencia
de las soberanías berberiscas les impedían emplear
sus propias galeras, destinadas a la defensa de sus bases
o a contribuir en las exigencias del sultán en sus
grandes campañas.
En el siglo XVII, la decadencia de la Sublime
Puerta priva a los norteafricanos de su principal aliado,
pero como contrapartida pueden éstos utilizar también
sus nuevas galeras contra las costas cristianas y servirse
de ellas como protección de otros tipos o en cortas
campañas. Son más ligeras que las melitenses
por sus propias características y porque raramente
portan piezas de grueso calibre y se despreocupan por fortificar
y parapetar.
Para un combate de nuevas connotaciones
y bastante más generalizado en el que la maniobra y
la velocidad pueden resultar decisivas ya que el enemigo a
batir y capturar es más fuerte y numeroso y puede desplegar
de manera peligrosa y caer sobre una o dos naves propias abandonando
las demás, se impone una solución.
Como respuesta, hacia 1650 el trinquete
de la galera melitense se agranda hasta un tamaño parecido
al de palo mayor; este proceso dirigido a disponer de más
metros cuadrados de paño continuará agrandando
al máximo la superficie vélica y en el siglo
XVIII se añade un pequeño palo de mesana de
vela también latina.
Los sanjuanistas fueron también maestros
en el aprovechamiento de los vientos. En sus dos palos largaban
velas por lo general más grandes, disponiendo de tres
juegos de diferentes tamaños en el mayor que permitían
explotar diversos vientos y la lona de sus velas latinas fáciles
de manejar y capaces de recoger hasta la menor brizna de viento
casi de todas direcciones era más ligera e impermeable
gracias a un especial tratamiento del algodón maltés,
resistente a soles y lluvias.
Paralelamente al incremento del velamen
y
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por las mismas razones, se produce una fundamental variación
en la boga.
Hasta 1560 el método de boga llamado
"sensile" supone un solo hombre en cada remo; pero
a partir de entonces se sustituye por el "scalcoccio"
en el que tres o cuatro remeros trabajan en el mismo remo.
El tamaño de la galera no parece
sin embargo variar ostensiblemente, ya que el difícil
equilibrio entre los factores de la viabilidad de la galera
-velocidad, tamaño economía y fuerza- parecen
conseguidos desde principios de la Edad Moderna.
Una galera sencilla de Malta contaba con
26 bancos por cada banda, mientras que la capitana llevaba
30. Un intento por reducir costos lleva a experimentar en
1791, sin éxito ni continuidad, la galera de 24 remos,
lo que se llevó a cabo para comprobar la supuesta eficacia
de algunas galeras españolas tardías que sólo
disponían de 25 remos por banda.
Hacia 1930 se exhibía en el Museo
de La Valleta el único pecio de galera mediterránea
del siglo XVIII conservado y que desgraciadamente se destruyó
durante la Segunda Guerra Mundial.
Decir que las galeras de Malta eran las
mejores del momento, las más fuertes y mejor construidas,
las más eficaces, las más maniobraras y las
mejor tripuladas y dotadas no es sino redundar en los reiterados
testimonios de los tratadistas, marinos y viajeros contemporáneos,
pero creo que interesa el preguntarnos el por qué.
La galera melitense era de un tipo particular
que sería adoptado por Francia en el siglo XVII diferente
del modelo veneciano, español a genovés, algo
mayor y más fuerte que cualquiera otra, exclusión
hecha de las galeazas venecianas.
Desde el punto de vista de la construcción
naval, el elemento principal, la madera, era escaso y de mala
calidad en la isla, por la que tenía que ser remitido
desde los bosques de Italia y la costa dálmata, propiedad
de la Orden. La gran ventaja consistía en su excelente
tratamiento, y debida curacicoó y a empleo exclusivo
de las mejores piezas, sin nudos ni blanduras, que las demás
potencias no se podían permitir. El disponer sólo
de media docena de galeras, con una duración media
que sobrepasaba los 15 años permitía a los Caballeros
tener previsto con mucho tiempo
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