En Rodas
on la caída del Acre, el movimiento cruzado pierde como proyecto político gran parte de su validez. Cuando en 1187 Jerusalén fue conquistada por las tropas de Saladino, en todos los estados cristianos hubo una inmediata reacción de carácter psicológico más que militar. En 1291, en cambio, la noticia de la toma de Tolemaida suscita dolor e indignación, pero ninguna sorpresa. La gravedad de la situación era concida tiempo ha, y a pesar de lo dramático, la pérdida de la Tierra Santa fue recibida por todos como un evento ya ineludible. Europa estaba lacerada por las profundas rivalidades entre los varios soberanos y el fervor religioso no era ya suficiente para sostener en el Oriente principios y rey. Tan solo el Papa Nicolás IV trató, pero inútilmente, de traducir en acciones concretas su profundo dolor por la derrota.
Pero si Europa podía diferir el problema relacionado con la herencia del reino de Ultramar, para las órdenes militares se iniciaba un período de grave incertidumbre. En la imposibilidad de desarrollar su propia actividad institucional, sentían venir a menos la razón misma por la cual habían sido fundadas.
Caían además los fundamentos de aquella operación de gran aliento que había sido la creación de las órdenes religiosas, cuyas reglas disponían, como obligación, la guerra a los infieles. Un fenómeno interesante en la historia de la Iglesia, que confirmaba la forma como ésta había sabido insertarse en la sociedad guerrera de aquel tiempo. El nacimiento de aquella institución había además demostrado que, de un episodio en parte casual, la cruzada había asumido la dimensión de un problema que comprometía la conciencia cristiana aún a nivel de pensamiento, de organización y de actitud disciplinaria eclesiástica.
Ricos y poderosos, con sus Comandos diseminados en trodas las naciones, fatigados con los problemas de varia naturaleza que la constante preocupación militar había siempre solucionado, las órdenes caballerescas terminaron como gigantes en busca de una bandera y prontos a alinearse junto a la parte que hubiere pedido su intervención y su ayuda por una causa que fuese plausible y aceptable. Nuevos protagonistas en el escenario de una Europa cristiana, de difíciles y precarios equilibrios.
Transferida la sede de su Convento y del Hospital a Chipre, los Juanbautistas sienten la necesidad de reorganizarse y de pensar en el futuro. La isla en la cual habían encontrado hospitalidad junto a los Templarios, aparece pronto como un ámbito demasiado estrecho y los Jerosolimitanos comprenden que en aquella situación su independencia amenaza estar comprometida.
Los años de la permanencia en Chipre constituyen un interesante período de estudio y reflexión. Reunidos además por dos veces en Capítulo General, los hombres del Hospital examinan la situación preparando la estrategia de su acción futura. Las propiedades esparcidas en toda Europa y las riquezas de los diversos Comandos comienzan a suscitar intereses y codicia que podían provocar peligrosas situaciones y la posesión de esos bienes debe encontrar cuanto antes una justificación en las labores militares y hospitalarias. Es necesario reorganizarse y volver a combatir.
La ocasión propicia se presenta en el 1306. Vignolo de Vignoli, un aventurero genovés al servicio del emperador de Bisancio, Andrónico II Paleólogo, que había obtenido del soberano un contrato de arriendo de las islas de Coo y de Leo, propone al Gran Maestro Folco de Villaret conquistar juntos todo el Dodecaneso y pide solamente retener para si un tercio del territorio. Los Juanbautistas comprenden que aquella oferta es la solución auspiciosa de sus problemas. El momento político sugiere a la Orden la más pronta recuperación práctica de su soberanía y de reiniciar cuanto antes su actividad. No pudiendo más combatir a los musulmanes en tierra firme, el mar se volverá para la Religión el teatro de su acción. Y como base operativa, Rodas era lo mejor que se podía pensar. Punto de encuentro entre las rutas de Occidente y de Oriente, ofrecían puertos naturales donde reparar las naves a las cuales el clima y los vientos consentiría moverse con facilidad. Característica preciosa para aquella que se convertiría en la patria y la fortaleza de la milicia de San Juan.
También la situación general se delineaba, en ciertos aspectos, favorable.
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